lunes, 18 de mayo de 2009

Ranieri, por favor, vete


Qué ilusos fuimos todos al pensar que en San Siro vimos una buena Juve, que resurgía de sus cenizas, y que parecía volver al camino de, por lo menos, la entrega. Viendo cómo ha marchada esta última jornada, podemos utilizar el partido del Milan en Udine pensoso cuando más tenía que dar la cara, para explicar el rendimiento distinto, aunque no muy bueno, de la Juve el pasado sábado en el Meazza. Ayer, a falta de algo que echarnos a la boca, tuvimos que alegrarnos con el gol de Sergio Pellissier para el Chievo, que mantenía al Genoa a una distancia, ya incalcanzable, de seis puntos, en un momento en el que el peligro de perder incluso la cuarta plaza y quedarse fuera de la próxima Champions era más que real visto lo visto. Por lo menos, con goles ajenos, la clasificación para la Champions está asegurada y ahora 'sólo' falta saber el orden: segundo (sería un milagro), tercero o, en el peor caso, cuarto. El fatídico 22 de marzo, el punto final y real de la etapa de Ranieri al frente del vestuario de la Juve, la Juventus aventajaba en siete puntos al Milan y tenía trece más que la Fiorentina. Visto lo de ayer, el empate en San Siro fue un espejismo, como pronto nos recordó la Atalanta, que por otra parte, era uno de los mejores rivales posibles, sin nada que jugarse, y que lanzó tres ‘goles’ al larguero. Con las puertas del estadio cerradas para la afición, la Juve dejó bien abierta la suya y Buffon volvió a ser el mejor del equipo. El resultado final, si es que importa, fue de empate a 2. Y gracias. Porque si Amauri y Legrottaglie estrellaron dos disparos al palo, Plasmati también lo hizo por dos veces y Cigarini una tercera. Y así, la Juve lleva sin ganar desde el pasado 21 de marzo (4-1 a la Roma). Desde entonces, ha sido incapaz de cosechar seis empates y dos derrotas. Algo fácil de explicar si vemos las estadísticas goleadoras: 14 goles a favor y 16 en contra (dos por partido). Un ataque aceptable, pero un sistema defensivo de Serie B. Y resulta paradójico, que sólo le marcasen un gol a la Juve, Milan e Inter. Todos los demás, dos (Lazio, Reggina, Lecce y Atalanta) o tres (Chievo y Genoa).

Con el empate de ayer, prácticamente nos despedimos del segundo puesto y hay que guardar muy mucho el tercero para evitar la previa de la Champions. Otro dato significativo es que el equipo de Ranieri tiene ahora dos puntos menos que la temporada pasada. Una estadística difícil de analizar y que sólo se podría llegar a explicar, entendiendo el final de la etapa de Ranieri en el club. El año pasado, un equipo recién ascendido, nos conquistó a todos. No existen dudas sobre el buen trabajo de Ranieri. Le devolvió la solidez histórica a la Juventus y de vuelta a la Champions. Sin duda, ha trabajado bien, a pesar de algunas decisiones polémicas. Pero al final ha sido su comportamiento, uno de sus puntos más fuertes a lo largo de su carrera, lo que han terminado con él. Su relación con el vestuario es completamente irreconciliable, y eso ha repercutido en un divorcio con la afición. Que no le perdona la condena a Trezeguet, un elemento imprescindible en situaciones de emergencia, y el ostracismo al que tiene sometido a Giovinco, eligiendo a Zebina como tercer cambio antes que a él en los tres últimos partidos. Si Ranieri, como dice y no vamos a poner esto en tela de juicio, quiere bien a la Juve, debería aceptar la obviedad, ver que no puede con el proyecto, que está solo y que su etapa en la Juve ha terminado. Ha obtenido del equipo un rendimiento notable, pero si el sábado pasado dijo que “podíamos haber sacado algo más”, ayer dijo que “con este equipo estamos ya dando el máximo”. Han sido estas dudas, esta falta de claridad en torno a tantos temas lo que le ha hecho perder la confianza de todos. Y si alguien quiere bien a Ranieri, si alguien le apoya, que hable con él y le diga que ha terminado con la Juventus. Que no puede seguir alargando la agonía de un proyecto que posiblemente empezó enfermo y que ya nadie es feliz en la Juventus. Ni siquiera él. Así que Ranieri, por favor, vete.

La Juventus se va concentrada a partir de hoy. Una muestra más de la deriva en la que está la directiva (ayer mismo después del partido se negó la posibilidad) y es posible que hoy se tome la decisión de relevar a Ranieri en su cargo para salvar lo que queda de salvable de la temporada, confiándole el equipo a Ciro Ferrara, hasta ahora el máximo responsable de las categorías inferiores de la Juve. Una decisión arriesgada, pero quizá menos que dejar al equipo descomponiéndose entre sus propias cenizas mientras las brasas empiezan a chisporrotear cerca de una directiva demasiado autocomplaciente y confiada. La Juventus, entendida en su más amplio significado, necesita reaccionar. Y, como el propio Cobolli dijo, “sólo quedan dos partidos, ya no quedan tres”. El equipo ha caído en una dinámica perdedora constante e irreversible a día de hoy. Y como dice la famosa ‘Ley’, cuando las cosas van mal, pueden ir peor. Y ayer apareció la mala suerte en el primer tirito de la Atalanta, obra de Cigarini, que golpeó en Legrottaglie, cambiando la trayectoria y llevándolo hasta el fondo de la portería. Aún estando en un peligro continuo, la Juve logró remontar con un cabezazo de Iaquinta (asistencia de Nedved) y una genial volea de Zanetti, desde más de 25 metros, perfecta y bellísima. Un equipo ‘normal’ hubiese hecho valer la superioridad (aunque fuese meramente la clasificatoria), para cerrar el partido. La Juve, sin embargo, se dejó marcar un gol absurdo en un saque de esquina con dos cabezazos de los bergamascos en el área. Otra estadística: cero tarjetas. En la segunda parte, la Atalanta pudo ganar con comodidad, la Juve ni siquiera puso la garra. Nunca nadie aseguró que este equipo iba a ganar el Scudetto, pero tampoco que podía descender. Ranieri, por favor, vete.

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