
La grandeza de un club también se puede comprobar en los momentos difíciles. Estos días estamos viendo como el futuro del banquillo de la Juventus, que, salvo milagro en forma de seís puntos contra Parma y Milan, dejará de ocupar Ferrara en enero, se ha convertido en noticia a nivel mundial. Prácticamente durante las 24 horas del día se suceden informaciones y, posiblemente, lo que hoy se escriba, mañana no valga. Porque los dos entrenadores que han sido contactados por la Juve tienen franjas horarias distaniadas diez horas entre sí, por lo que ahora mismo no existe tregua. El pasado día 24, muchos daban casi por hecha la llegada de Scolari después de que Bettega hubiese mantenido ya sus primeros contactos. Sólo un día después de que, por su alto salario, Blanc hubiese descartado la opción de Hiddink, que habría sido visto en Milan la semana pasada. Pero hoy nos encontramos con la situación dada la vuelta. Ayer, el gabinete de prensa de Scolari, que se encuentra de vacaciones en Brasil, emitió una nota oficial en la que confirmaba la voluntad del campeón del mundo 2002 de continuar en el Bunyodkor uzbeko. Si a esto le unimos la dimisión del presidente de la Federación rusa de fútbol, amigo personal de Hiddink y la voluntad de su sucesor de sustituir al holandés como seleccionador, tenemos como resultado un nuevo adelantamiento de Hiddink a Scolari en la carrera por entrenar a la Juve. Una carrera que, quizá ajenos, están disputando en los despachos de Turín. Ninguno de los dos ha mostrado un interés real en fichar por la Juventus. Al contrario, ambos lo han negado mediante sus representantes. Pero los dos saben que la oportunidad es de las que no se presentan con frecuencia y, por unas razones u otras, aceptarían el cargo en la Juve.
Es tranquilizador, al menos todo lo que puede ser con el clima actual, que los dos entrenadores que están en la agenda de la Juve tengan un perfil similar: ambos veteranos, con un amplio palmarés lleno de trofeos y con una concepción futbolística muy parecida. Tanto Hiddink como Scolari son dos entrenadores amantes de la presión y del contragolpe; del fútbol directo, rápido y vertical. Ambos han formado siempre equipos muy competitivos y completos, repletos de variantes tácticas y soluciones sobre la marcha que les han dado resultados a lo largo de sus carreras. Son dos expertos y ganadores, dos que saben ganar. Repasemos sus biografías para disipar cualquier duda al respecto de la valía de estos dos técnicos: Scolari ha ganado tres copas brasileñas, una liga brasileña, dos Libertadores, la Copa de Asia con la selección de Kuwait y el Mundial con Brasil entre otros títulos. Hiddink, por su parte, ha ganado seís ligas holandesas en dos períodos con el PSV, con el que también consiguió la Champions en 1988 sin ganar ni un partido desde los octavos de final. Ganó también cuatro copas de los Países bajos, una intercontinental con el Real Madrid y la última FA Cup con el Chelsea.
Precisamente su última experiencia en el Chelsea deja algunas dudas. Scolari se fue de Londres en febrero sin haber ganado a ninguno de los grandes de la Premier y habiendo desaprovechado el talento de Drogba, que después demostró sus cualidades con Hiddink en Stamford Bridge. Por otra parte, como resaltaba entre semana Tuttosport, Scolari podría realizar además una labor de integración táctica de los dos últimos fichajes brasileños: Melo y Diego, que no han podido ubicarse correctamente con Ferrara y que son jugadores que la Juve tiene que recuperar para conseguir éxitos en el futuro (empezando por el más inmediato). Restan sobre él las dudas que ya existían cuando llegó a The Bridge, ¿podrá guiar a un grande europeo sin haber entrenado antes en Europa? Es una duda que hay que resolver y que él mismo quiere hacer. Su fichaje por la Juventus podría ser una revancha después de fracasar (no hay que esconderlo) en el Chelsea y por eso hay que estar seguro de que Scolari renunciaría a los 16 millones que le pagan en Uzbekistan si la Juve le fiase a él su nuevo proyecto.
En el otro lado está Hiddink, favorito de la Juventus y, al parecer, también de la afición. El mayor inconveniente para su llegada es de naturaleza económica. Guus está muy bien acostumbrado con sus últimos trabajos (Abramovich le pagó dos millones por medio año de trabajo y con Rusia está cobrando cuatro por año) y, aunque el proyecto de la Juve sin duda es atractivo, no parece dispuesto, a estas alturas, a hacer descuentos. Esto, obviamente, representa un peligro para la Juventus, que confiaría gran parte del éxito del proyecto al acierto en la elección del entrenador. Pero en este punto tenemos que volver a la parte de arriba, donde hablábamos del relevo al frente de la Federación rusa: según apuntan algunos medios rusos, el nuevo presidente accedería a pagar un año del contrato de Hiddink a cambio de que éste renunciase a su contrato y se fuese a otro club. Si fuese cierto, la oportunidad es simplemente única. Aunque a la hora de decidir la Juventus también tendría que valorar el posible nuevo cambio táctico que traería el holandés con su inseperable 4-3-3, sin mediapuntas y con bandas, que necesita lo que a la Juventus le falta y al que le sobra lo que tiene el equipo que Ferrara armó para su 4-3-1-2.
Hasta ahora podríamos decir que Blanc ha tenido los lógicos reparos a la hora de relevar a Ferrara y no consumar su tercera destitución en su corto período de gestión, pero el único problema que se encuentra Bettega (sin ninguna responsabilidad en lo hecho hasta el momento) es el del acierto de su elección. Apostar por Ferrara podría entenderse como una solución valiente, pero que también pondría en riesgo lo que le queda a la Juventus: la Europa League, la Coppa e incluso la clasificación para la próxima Champions. La llegada de Bettega tiene que comportar una mayor decisión del club a la hora de, valga la redundancia, decidir lo verdaderamente importante. El futuro de Ferrara pende de un hilo. La confianza en él parece de oficio y no real. Si valoramos lo que hemos visto hasta ahora, el balance del técnico napolitano es negativo y la Juve tiene la obligación de invertir la situación con urgencia. Llegados a este punto, toca reflexionar: ¿Ferrará sabrá recomponer un vestuario que él mismo ha fracturado piscologicamente y un equipo tácticamente perdido? ¿Hiddink sabría hacerlo? Esta pregunta (que es la que tienen que hacerse en la Juventus) no admite dudas a la hora de responder.
Precisamente su última experiencia en el Chelsea deja algunas dudas. Scolari se fue de Londres en febrero sin haber ganado a ninguno de los grandes de la Premier y habiendo desaprovechado el talento de Drogba, que después demostró sus cualidades con Hiddink en Stamford Bridge. Por otra parte, como resaltaba entre semana Tuttosport, Scolari podría realizar además una labor de integración táctica de los dos últimos fichajes brasileños: Melo y Diego, que no han podido ubicarse correctamente con Ferrara y que son jugadores que la Juve tiene que recuperar para conseguir éxitos en el futuro (empezando por el más inmediato). Restan sobre él las dudas que ya existían cuando llegó a The Bridge, ¿podrá guiar a un grande europeo sin haber entrenado antes en Europa? Es una duda que hay que resolver y que él mismo quiere hacer. Su fichaje por la Juventus podría ser una revancha después de fracasar (no hay que esconderlo) en el Chelsea y por eso hay que estar seguro de que Scolari renunciaría a los 16 millones que le pagan en Uzbekistan si la Juve le fiase a él su nuevo proyecto.
En el otro lado está Hiddink, favorito de la Juventus y, al parecer, también de la afición. El mayor inconveniente para su llegada es de naturaleza económica. Guus está muy bien acostumbrado con sus últimos trabajos (Abramovich le pagó dos millones por medio año de trabajo y con Rusia está cobrando cuatro por año) y, aunque el proyecto de la Juve sin duda es atractivo, no parece dispuesto, a estas alturas, a hacer descuentos. Esto, obviamente, representa un peligro para la Juventus, que confiaría gran parte del éxito del proyecto al acierto en la elección del entrenador. Pero en este punto tenemos que volver a la parte de arriba, donde hablábamos del relevo al frente de la Federación rusa: según apuntan algunos medios rusos, el nuevo presidente accedería a pagar un año del contrato de Hiddink a cambio de que éste renunciase a su contrato y se fuese a otro club. Si fuese cierto, la oportunidad es simplemente única. Aunque a la hora de decidir la Juventus también tendría que valorar el posible nuevo cambio táctico que traería el holandés con su inseperable 4-3-3, sin mediapuntas y con bandas, que necesita lo que a la Juventus le falta y al que le sobra lo que tiene el equipo que Ferrara armó para su 4-3-1-2.
Hasta ahora podríamos decir que Blanc ha tenido los lógicos reparos a la hora de relevar a Ferrara y no consumar su tercera destitución en su corto período de gestión, pero el único problema que se encuentra Bettega (sin ninguna responsabilidad en lo hecho hasta el momento) es el del acierto de su elección. Apostar por Ferrara podría entenderse como una solución valiente, pero que también pondría en riesgo lo que le queda a la Juventus: la Europa League, la Coppa e incluso la clasificación para la próxima Champions. La llegada de Bettega tiene que comportar una mayor decisión del club a la hora de, valga la redundancia, decidir lo verdaderamente importante. El futuro de Ferrara pende de un hilo. La confianza en él parece de oficio y no real. Si valoramos lo que hemos visto hasta ahora, el balance del técnico napolitano es negativo y la Juve tiene la obligación de invertir la situación con urgencia. Llegados a este punto, toca reflexionar: ¿Ferrará sabrá recomponer un vestuario que él mismo ha fracturado piscologicamente y un equipo tácticamente perdido? ¿Hiddink sabría hacerlo? Esta pregunta (que es la que tienen que hacerse en la Juventus) no admite dudas a la hora de responder.

























